Por fin los tribunales argentinos han hecho justicia
condenando al exdictador Jorge Rafael Videla a 50 años de cárcel por el robo
sistemático de bebés durante la última dictadura militar argentina (1976-1983).
Esta sentencia tiene para mí un especial significado porque es la consecuencia
del empuje y del coraje de un gran colectivo de mujeres: las Abuelas de la
Plaza de Mayo.
Tenía yo solo trece años cuando esas mujeres con pañuelo
blanco captaron la atención de mi retina y también de mi corazón. Treinta y
cinco años más tarde tuve el privilegio de conocer en persona a Estela Barnes
de Carlotto, presidenta la Asociación Abuelas de la plaza de Mayo. Fue con motivo de la presentación de un libro que
recoge el trabajo realizado por la Comisión Nacional por el Derecho a la
Identidad (CONADI) financiado por el Gobierno del Principado de Asturias a
través de la Agencia Asturiana de Cooperación al Desarrollo. Viéndola y
escuchándola se reafirmaron aún más los sentimientos de respeto y admiración
que proceso hacia este colectivo.
Escucharla hablar de su hija Laura, secuestrada en 1977 y
mantenida con vida en el centro clandestino de detención La Chaca en la ciudad
de La Plata hasta que dio a luz, y del nieto al que sigue buscando
incesantemente sin derramar una lágrima me llevó a la conclusión de que el
sufrimiento puede hacer fuertes a las personas.
Cuando Estela rememora su incorporación al movimiento “Abuelas
de Mayo” repite “éramos un grupo de mujeres llenas de dolor, sin saber que
hacer, con miedo”. Las lágrimas de Estela y del resto de las Abuelas de Mayo fueron
cristalizando. Y metafóricamente esa materia acuosa se transformó en cuarzo,
cristal de gran dureza cuya estructura interna muestra un estado de perfección
y equilibrio y que la medicina alternativa utiliza en la lucha contra el dolor
y los padecimientos. Eso es lo que han hecho ellas desde la unidad y la solidaridad.
Según
datos estimativos de distintas
organizaciones humanitarias, 105 niños robados durante la dictadura argentina
han recuperado su identidad. Eso nunca hubiera sido posible sin las Abuelas de
la Plaza de Mayo, sin la constancia y la energía que invirtieron en
reipuestvindicar, en hacer oír su voz, en desarrollar estrategias para conseguir sus
objetivos.
Muy
a su pesar aún quedan más de 400 denuncias pendientes y unas 300 familias han
depositado datos en bancos de ADN con la esperanza de recuperar a sus hijos y
nietos robados. La sentencia contra el exdictador Jorge Rafael Videla es un
estímulo en el sendero de la infatigable
búsqueda de la verdad que, desde 1977, vienen recorriendo este gran colectivo de mujeres.
Existen
paralelismos curiosos. Mientras en España, tras la muerte de nuestro dictador en
cama, dábamos nuestros primeros y tímidos
pasos hacia la democracia; en Argentina estas aguerridas mujeres unían sus
fuerzas contra uno de los aspectos más amargo y oscuro de la dictadura
argentina: el robo sistemático de bebés.
Cuarenta años
más tarde, es la población española la que descubre una página de su historia
que tiene cierto grado de similitud con lo acaecido en Argentina. Así se habla
ya de que entre los años 1960 y 1990 se produjeron en España cerca de dos
millones de adopciones nacionales y una gran parte mediando un pago. Se estima
que un 15% de esas adopciones pueden tener su origen en el robo del recién
nacido a su madre, mediante engaño, en clínicas y hospitales de todo el país,
para posteriormente ser vendidos a sus padres adoptivos.
Lo que sí está
claro es que la perseverancia de las Abuelas de la Plaza de Mayo por encontrar la verdad,
porque se hiciera justicia, marca un antes y un después. Su lucha se ha
convertido en un referente y un modelo para el resto de la humanidad. Ahora toca apoyar a las distintas asociaciones españolas que luchan por recuperar a sus bebés para que aquí también se haga justicia y no queden impunes acciones tan aberrantes como las que supuestamente llevó a cabo Sor María.
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