Esta tarde en la Plaza
Mayor de Gijón, frente al Ayuntamiento, un minuto de silencio. Con nuestros
labios sellados mostramos respeto la víctima, repulsa hacia la violencia de género y una contundente condena hacia el agresor.
Resulta curioso lo polisémico que puede llegar a ser el mismo gesto y las miles
de interpretaciones que se pueden hacer al respecto.
Llevo días sin generar
ninguna entrada en mi blog. Podría interpretarse mi silencio como que soy una
bloguera vaga, pero no es así. Sencillamente necesitaba una pausa reflexiva en
mi vida que me aportara nuevas fuentes de inspiración para escribir.
El mutismo colectivo de
la Plaza Mayor de Gijón y una amiga entrañable que definió su actitud silenciosa
como técnica cobarde -cuando yo sé que no lo es- han sido las dos fuentes de
inspiración para que ahora esté delante del teclado escudriñando sobre la
polisemia del silencio.
El silencio puede ser
una gran virtud, pero también un gran defecto sobre el que quiero reflexionar. Escribía
Unamuno que, a veces, “el silencio es la peor mentira”. Y Mahatma Gandi que “lo
más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena”.
Callar puede ser prudente,
pero también contraproducente y generar un mal mayor. En ocasiones la persona
silente no tiene conciencia de estar obrando mal. Un padre prescinde de hablar de su mujer fallecida
porque considera que evita dolor a sus hijos. Sin embargo ese silencio se
convierte, como decía Unamuno, en la peor mentira ya que se traduce en la
ausencia de recuerdos que son necesarios para su desarrollo y equilibrio
emocional.
Particularmente considero
que en la era postmoderna que nos ha tocado vivir hay demasiados silencios. La
gente calla, camina hacia delante como puede y tiende cada vez más a mirar
hacia otro lado ante las injusticias que le rodean. Solo unos pocos “quijotes”,
tipo a los mineros, se resisten, son capaces aún de organizarse y plantan cara
al sistema.
¿Qué nos está pasando? La
respuesta perfectamente explicada la encontré leyendo al sociólogo Zygmunt
Bauman, Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010. Para explicar
el problema de nuestra sociedad contemporánea recurre al término Unsicherheit,
palabra alemana en la que se fusionan tres españolas: incertidumbre,
inseguridad y desprotección.
Argumenta Zygmunt
Bauman que estos sentimientos que atenazan a la humanidad son un impedimento
para instrumentalizar remedios colectivo; que las personas preocupadas y que
temen por su futuro no son verdaderamente libres para enfrentar los riesgos que
exigen una acción colectiva. Yo añado: se refugian en su particular silencio.
No se me ocurre mejor
manera de cerrar esta pequeña reflexión que reproduciendo literalmente un
párrafo que el mismo autor escribe en su libro En busca de la política:
“
No llegaremos muy lejos sin hacer que regresen del exilio ideas como el bien
público, la sociedad buena, la equidad, la justicia, esas ideas que no tienen
sentido ni no se las cultiva colectivamente.”
Y de cosecha propia: rompamos
nuestro silencio individual para convertirlo en un grito colectivo.
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