28 de noviembre de 2012. Un salón
de actos, el del Centro Integral Municipal del Llano, a rebosar. En el
escenario nueve mujeres. En el exterior lluvia, mucha oscuridad y la insinuante
silueta de una luna llena que acabará alcanzando su total esplendor a medida
que avanza la noche.
Tras largas e intensas horas de
ensayo, había llegado la hora de poner en escena “La Casa de Bernarda Alba”. Y
allí estaban las mujeres del taller de teatro de la Vocalía del Llano con su
directora Carmen Duarte a la cabeza.
Tras vencer los nervios propios
de quien sabe que se enfrenta a un gran reto y una gran responsabilidad, todas
ellas pueden sentirse orgullosas porque, sinceramente, creo que hasta el propio
Federico García Lorca se hubiera sorprendido de la profesionalidad que
desplegaron en el escenario.
Obtuvieron aplausos,
felicitaciones y su éxito se convirtió en nuestro éxito, el de todas las mujeres.
Afirmo esto porque esta obra de teatro, que tiene como tema central la
represión de la mujer, formaba parte de los actos organizados por la Vocalía de
la Mujer del Llano con motivo del 25 de noviembre, Día Internacional contra la
Violencia de Género.
“La Casa de Bernarda Alba” de Federico García
Lorca refleja la sociedad patriarcal de la época, en la que los convencionalismos
sociales cercenaban la libertad de las mujeres y las convertía en víctimas del
sistema. La rebeldía contra ese método de vida lacerante está genuinamente
representada en el personaje de Adela, pero también en el de la abuela. Con su
aparente locura, la abuela verbaliza lo que realmente se esconde tras el
silencio de las hijas de Bernarda y Adela da un paso más al transgredir las
normas imperantes y romper con las apariencias.
Lorca escribió esta obra en 1936.
Gracias a la lucha de las mujeres nuestra sociedad ha ido cambiando, pero hay
estereotipos que aún no han sido totalmente desterrados. Decía Marían Moreno en
las jornadas “Todo nos importa. Todo nos atañe” que el sexismo es una enfermedad de transmisión
social que es necesario seguir detectando y denunciando. Yo abundaría más: se
trata de un virus para el que, desgraciadamente, aún no hemos encontrado la
vacuna precisa.
Hoy muy pocas mujeres se suicidan
como Adela, pero son asesinadas impunemente por hombres que siguen entendiendo
la relación de pareja como una
subyugación en la que el hombre puede avasallar los derechos y las libertades
de las mujeres. Exceptuando este año 2012, que aún no ha concluido, desde el
2003 las víctimas mortales por violencia de género no ha bajado de 50 al año.
El comportamiento del hombre y la
de la sociedad en su conjunto no cambia al ritmo que un problema de estas
características requiere. La propuesta de declarar un día Internacional contra
la Violencia de Género surgió en 1981, en el primer encuentro feminista para
América Latina y el Caribe, que se celebró en Bogotá. Pese a la intensidad de
la reivindicación, pese a los datos objetivos existentes, la ONU tardó 18 años
en reconocer oficialmente esta jornada reivindicativa en la que unimos nuestras
voces para que acabe desapareciendo la violencia contra las mujeres.
La presión y el trabajo constante
de las mujeres ha permitido que en muchos países, incluido el nuestro, nos
hayamos dotados de leyes e instrumentos para luchar contra esta lacra social y ayudar a las mujeres que son víctimas de
violencia de género a encontrar una nueva vida lejos de su maltratador.
Pero ha llegado la crisis
“económica”, esa de la que es fácil hablar y que sirve de argumento perfecto
para esconder otra crisis, la de los valores. Los recortes presupuestarios y
las tan controvertidas tasas judiciales amenazan la lucha contra la violencia
de género, un tema que está dejando poco a poco de ser prioridad en la agenda
política de España.
Mi reflexión comenzó con la “Casa de Bernarda Alba” y con las excelentes
mujeres que forman parte del taller de teatro de la Vocalía de la Mujer de El
Llano. Y como ha sido ese ambiente y
esas MUJERES con mayúsculas las que han devuelto un poco de destreza a mis
dedos, un poco de sustancia gris a mi cansado cerebro y un poco de ilusión a mi
desconcertado espíritu, mi corazón me pide que cierre esta prosa volviendo al origen de la misma.
Poco antes de morir en 1936, Federico García Lorca, definía la concepción que él tenía del teatro
de la siguiente forma: “Tengo un
concepto del teatro en cierta forma personal y resistente. El teatro es la
poesía que se levanta del libro y se hace humana. Y al hacerse, habla y grita,
llora y se desespera. El teatro necesita que los personajes que aparezcan en la
escena lleven un traje de poesía y al mismo tiempo que se les vea los huesos,
la sangre. Han de ser tan humanos, tan horrorosamente trágicos y ligados a la
vida y al día con una fuerza tal, que muestren sus traiciones, que se aprecien
sus olores y que salga a los labios toda la valentía de sus palabras llenas de
amor o de ascos.”
Lorca no conocía a Carmen Duarte
y las chicas del taller de teatro de la Vocalía del Llano, pero tal parece que
ya las intuía y se hubiera sentido muy orgulloso de ver como lograron conectar
con el concepto que él tenía del teatro.
¡Enhorabuena! Fue una excelente puesta en escena,
cargada fuerza, que logró cautivar la atención del público asistente.
Gracias
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