Andalucía ya tiene Gobierno,
mientras Asturias continúa en el más absoluto de los desgobiernos. Tratan de
justificar lo injustificable amparándose en la prórroga presupuestaria y
olvidan deliberadamente que no han sido los primeros -y probablemente no sean
los últimos- que se han enfrentado a este tipo de situaciones. En el Principado
ya ha habido antecedentes de prórroga, pero no de tanta dejadez e ineficacia.
Hay que reconocer que no es la situación ideal, pero se puede seguir
gestionando.
Lo único que ha quedado claro en
la corta andadura del Gobierno de Foro es que
hay personas que sólo sirven para administrar “la opulencia” y desde una
posición de mayoría, realidad muy distinta a la que nos toca vivir. Si a eso
añadimos el grado de intolerancia a las críticas, la falta de respeto a la
pluralidad de opiniones y el no saber, ni querer escuchar a la sociedad que le rodea ( empresarios, sindicatos,
asociaciones etc) podemos concluir que
con su actuación están pervirtiendo la esencia misma de la democracia.
Porque la sociedad no les votó en
su día para que disfrazaran su no saber hacer en la herencia recibida, para que
paralizaran lo existente y no pusieran en marcha nuevo, para que emprendieran
una cruzada sin precedentes contra dos medios de comunicación (LNE y RPA) y acosaran
a todos aquellos profesionales de comunicación que no bailan al son que ellos
quieren.
Con tantos “cascos” desparramados
por mi Asturias “verde de montes y negra de minerales” empieza a ver demasiados
regueros de sangre que hay que atajar. Estos meses de desgobierno me han
servido para reflexionar sobre aciertos y errores de etapas anteriores. Y mi
conclusión es que en todos los Gobiernos democráticos del Principado de
Asturias ha habido errores, cosas que se podrían haber hecho mejor, pero nunca
tanta mala fe y desinterés por este territorio.
Y si de algo me siento orgullosa
es del respeto que los gobiernos socialistas han tenido siempre a la libertad
de expresión. En mi corta trayectoria como responsable de prensa en dos
consejerías distintas he vivido y he tenido que lidiar alguna que otra discrepancia con la interpretación que en
momentos puntuales se había realizado de alguna noticia. En esos casos traté de
hacer entender a la otra parte mi punto de vista y algunas veces llegué a pedir
una rectificación porque existía una justificación objetiva para ello. La
diferencia es que siempre lo hice, al menos en mi caso, con respeto hacia el o
la periodista y, sobre todo, con respecto al principio constitucional de “libertad
de expresión”. Y me siento orgullosa de haberlo hecho por convicción propia y,
sobre todo, por convicción de mis dos Consejeras. Eran tiempos de “salud
democrática”. Lo de ahora es otra cosa y no nos lo merecemos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario